De nuevo amanezco cuando amanece. Ya había quedado con los del hotelito para desayunar temprano y me tenían preparado un desayuno de lujo. Arranco con el estómago lleno, asfalto en la carretera y un ligero, pero continuo descenso. Voy atravesando la reserva nacional Lago Las Torres. Me paro un buen rato en la orilla del lago viendo como el sol comienza a iluminar las cimas más altas y, estas se reflejan en el agua. Sigo pedaleando, otra vez feliz, rodeado de bosques, campos montes coronados por glaciares, ríos y manantiales. La carretera está perfecta y no pasa un solo coche. Me suelto de manos, canto, saco fotos y me paro constantemente para regodearme de toda la maravilla que me rodea.
A lo tonto, me recorro los 55 kmts que separan Villa Amengual de Villa Mañihuales. Y digo bien a lo tonto, porque durante este gozoso trayecto se me han olvidado todas las miserias de la víspera y, bueno, no tengo remedio. No me sobran fuerzas, pero tras introducirme en un pequeño restaurante casero de Villa Mañihuales una sopa de arroz con carne, decido continuar. Cualquier otro cicloturista con más conocimiento, hubiera optado por quedarse aquí, no está nada mal el pueblo, o seguir algo más, pensando en tirar la carpa por cualquiera de los maravillosos lugares que hay para acampar. Pero yo no, eufórico por lo vivido esta mañana, me siento capaz de llegar hasta Coyhaique, la ciudad más grande de la región de Aysen.
Tengo 13 kmts hasta Bifurcación Viviana y, desde aquí, dos opciones. A la derecha, por el interior, se acaba el asfalto pero son 53 kmts desde el cruce a Coyhaique. A la izquierda, hacia la costa y Puerto Aysen, es todo asfalto pero 76 kmts, 23 más que por el otro lado. A todo el que he preguntado en el pueblo me ha dicho que mucho mejor por lo asfaltado pero, a estas alturas, ya tenía que saber que a quien no anda en bici, le tienes que pedir descripción, pero no consejo. Así que, al tonto, no se le ocurre otra cosa que ir por el camino largo, que sí, asfaltado y ligero descenso junto al río Mañihuales, pero continuos repechos, mucho tráfico y nada de fuerza en mis piernas. Hasta Villa Mañihuales he sacado muchas fotos, desde ahí ya no tengo ni ganas ni fuerzas.
Cuando llego al cruce de Puerto Aysen a Coyhaique, ya no tengo fuerzas. Ahora sigo el curso de otro río, el Simpson, pero hacia arriba. Voy despacio, muy despacio, y los coches y camiones que circulan entre el puerto y la ciudad me pasan rozando. Aún me quedan 40 kmts, y parece que siento una estúpida atracción por esto de sufrir encima de una bicicleta. Me voy cagando en todo y castigo mi estupidez avanzando pedalada tras pedalada. En un ligero descenso que me sirve para recuperar, veo a lo lejos un cartel con una flecha indicando a la derecha. Cuando consigo leer lo que pone, dudo como cuando veo unas palmeras en medio de un desierto, Camping Las Torres. Todo mi empeño y cabezonería por llegar a Coyhaique se derrumba y giro por el estrecho camino de tierra en dirección al espejismo.
Un par de kmts más adelante me encuentro con una pequeña casa y un terreno habilitado como camping. El acento de quien me recibe le delata, de Madrid, casado con una chilena. El paraiso, me baño en el río, lavo algo de ropa, charlo. Dos holandesas que recorren sudamérica en una caravana han ido a Puerto Aysen a comprar carne para cenar, a escote. Risas, juerga y, a dormir. Después de esto, sigo pensando que cuando sufres encima de la bici, es porque luego hay recompensa.